jueves, 13 de junio de 2013

Muerte anunciada.

Cómo ha pasado el tiempo, recuerdo cuando mi padre me decía: "A ver si algún día llegas a tener mi edad", y sin querer queriendo todo ha pasado muy rápido. Hoy la pena me embarga, siento morirme, había heredado mi espíritu aventurero y como siempre le dije anda, conoce y vive... sin saber ni esperar que terminaría víctima de su ímpetu, no se me sale de la cabeza, sólo me imagino los últimos momentos de su vida, el buss en el fondo del abismo... me arrepiento de haberlo dejado ir, sólo ruego que no haya esperado mucho en partir.

No te preocupes me dijo al salir -con ese tono cachoso de siempre- el domingo nos volvemos a ver, y se fue, me abrazó con fuerza y eso me calma, me calma saber que se despidió como siempre lo hacía. Cuando el se despedía, abrazaba tan fuerte como si nunca más nos fuéramos a ver, tal vez siempre sentía el temor de no volver y quería asegurarse de dejarme ese recuerdo. 

Hay golpes en la vida tan fuertes yo no sé, escribió un día Vallejo y hasta ahora sé qué golpes son tan fuertes, primero la pérdida de mi padre y ahora la de mi propio hijo. Me he bloqueado con tantos recuerdos que pese a que ya lo hemos enterrado yo aún lo siento vivo, no me he bañado y en cierto grado me siento abandonado, veo a mis hermanos, algunos tíos, amigos y la Auro llorando la triste pérdida, ella ha hecho todo, reconoció el cuerpo, lo trajo de la morgue, lo vistió y arregló todo en el velatorio, yo no tuve el valor ni de acercarme, a pesar que moría por hacerlo. 

Ahora está en su nueva casa, en aquella de donde no volverá a salir... donde estará junto a los demás familiares, Voy a lavarme la cara que aún parece que sigo durmiendo, siento el agua fría de estación, levanto la mirada y con asombro descubro, que el del espejo no soy yo, el es... el Alejo, mi papá.